Pero lo importante es reconocer el buen hacer de una consumada intérprete que ha bañado de talento aquello en lo que ha participado, no siendo siempre su papel el más destacado y siendo su presencia lo poco salvable de muchos productos, aunque en general sus elecciones han sido más que acertadas.
Y tras este preámbulo, nos encontramos con el relato biográfico de la pelirroja del mes, la actriz Frances Conroy. La actriz nace en Monroe, Georgia, el 13 de noviembre de 1953, su padre, ejecutivo, y su madre trabajaron en el sector financiero .
Alentada por sus progenitores la joven Franny, pronto demuestra inquietudes por la interpretación. Durante la escuela secundaria, a la que asiste en Long Island resulta decisiva su experiencia en el Neighborhood Playhouse; en este periodo de su adolescencia estudia arte dramático en el citado centro y en la Juilliard School de Nueva York . En la Julliard tendrá como profesores a Marian Seldes y a John Houseman, lo que le llevará a interpretar multitud de obras shakesperianas y a forjar su propia identidad como actriz teatral. En el curso 1971-1972 se convierte en miembro de la compañía Mermaid Players y aparece en las producciones teatrales del circuito universitario del Dickinson College en Carlisle, Pennsylvania .
Su formación le lleva a interpretar potentes papeles dramáticos en lo que es una incipiente carrera teatral en Broadway, donde debuta en 1980, consiguiendo un estatus de actriz solvente y versátil interpretando roles de Shakespeare, Brecha, Albee o Simon y siendo reconocida por la exigencia del público y la crítica neoyorquina, como demuestra el estar en el reparto estelar del montaje de Broadway “Othelo”, con Raúl Julia como el moro de Venecia, Richard Dreyfuss como Iago y nuestra pelirroja en el cuerpo de Desdemona.
Uno de los hitos de su carrera teatral es la dirección de su otrora maestro Houseman en el San Diego's Globe Theater, donde Frances Conroy acude en 1985; compone diferentes personajes que transitan entre el patetismo, la tristeza, lo misterioso y lo intrigante en obras dirigidas por Houseman, como Ricardo III.
Antes, las tablas de Conroy no habían pasado desapercibidas para Woody Allen, que la hace debutar en cine en Manhattan, haciendo de si misma en ese momento, es decir, de actriz shakespeariana (1979). Repetiría en pequeños papeles en films de Allen como Otra mujer (Another Woman,1988) y Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors, 1989).
Durante la década de los ochenta, Frances Conroy se dedica plenamente al teatro, realizando incursiones puntuales y alimenticias en pequeños papeles de series como The Twilight Zone, Hill Street Blues, Remington Steele, telefilmes variopintos y olvidables, películas directas al videoclub y Enamorarse, 1984 protagonizada por Robert De Niro y Meryl Streep y Un par de seductores, de 1988, con Michael Caine y Steve Martin, como títulos más destacados. Y en casi todas sus intervenciones en papeles pequeños.
Tras la culminación y a lo largo de los cinco años en los que se gesta la serie, Conroy alterna intervenciones en películas que es mejor ni mencionar porque ensucian su buen nombre como actriz y otros papeles y cameos de gran potencia como son El Aviador, 2004, de Scorsese y Flores Rotas, 2005, de Jim Jarmusch.
Después de la conclusión de la serie, Conroy ostenta un estatus de estrella invitada, “guest star”, en numerosas series de éxito de la tele norteamericana, amen de varios filmes menores, la actriz pelirroja ha protagonizado cameos o papeles más o menos cortos en las ficciones de mayor éxito global y norteamericano como Mujeres Desesperadas, Anatomía de Grey, Urgencias, Cómo conocí a vuestra madre, Nip/Tuck, Happy Town, El mentalista o United Status of Tara.
Y su carrera parece vivir un impás a la espera de un papel que haga olvidar o al menos disipar el impacto y el poso de Ruth Fisher, tras seis años con el compromiso de la serie y otras colaboraciones, Conroy volvió al teatro en 2006.
En lo personal, Frances esta casada con el actor y artista de performance Jan Munroe desde 1992, año en el que conoció al dramaturgo Arthur Miller, al que le uniría no sólo una buena relación profesional, participando en numerosas adaptaciones de sus obras, sino también como amigo del autor de Las brujas de Salem.
Y ese es el periplo de una pelirroja que, sin hacer mucho ruido, se ha labrado una bien ganada fama como sobresaliente actriz y como icono de la ficción televisiva en los albores del siglo XXI.
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