Aquí va la segunda parte del artículo publicado en Página12:
"Los hombres en mis manos son juguetes", decía Rita Hayworth desde los avisos de Gilda, atizando el mito sexual de las pelirrojas. No fue la primera pelirroja de Hollywood, por supuesto: ya en el cine mudo, la promoción de Clara Bow, la picante Chica It, se basó en su melenita escarlata. Y en 1932, la platinadísima Jean Harlow oscureció su pelo para hacer –siempre en blanco y negro– el film La pelirroja, historia de una trepadora desinhibida que escandalizó a las ligas de decencia. El guión era de Anita Loos, famosa por encumbrar a las rubias y hacer correr torrentes de agua oxigenada en los Estados Unidos.
"Los hombres en mis manos son juguetes", decía Rita Hayworth desde los avisos de Gilda, atizando el mito sexual de las pelirrojas. No fue la primera pelirroja de Hollywood, por supuesto: ya en el cine mudo, la promoción de Clara Bow, la picante Chica It, se basó en su melenita escarlata. Y en 1932, la platinadísima Jean Harlow oscureció su pelo para hacer –siempre en blanco y negro– el film La pelirroja, historia de una trepadora desinhibida que escandalizó a las ligas de decencia. El guión era de Anita Loos, famosa por encumbrar a las rubias y hacer correr torrentes de agua oxigenada en los Estados Unidos.
Susan Sarandon, Julia Roberts, René Russo, Kate Winslet, Julianne Moore, Judy Davis pueden dar fe de que Hollywood sigue manteniendo interés por las pelirrojas, aunque ya no haya pelambres de incandescente glamour, con vida propia, como las de Rhonda Fleming, Arlene Dahl, Susan Hayward, Lauren Bacall (la cual dijo de otra colorada, la gran Katharine Hepburn, que tenía "una melena fabulosamente roja, bella lacia y bella rizada"). En esa época, no todas las bermejas eran símbolos sexuales: las hubo vecinitas de al lado pizpiretas pero no fatales, como June Allyson; comediantes con chispa cual Lucille Ball; señoras que se consumían bajo su pálida piel estilo Deborah Kerr. Y desde luego, también hubo una pelirroja ciento por ciento, casi institucional, favorita de John Ford, de apelativo Maureen O'Hara. Así como existen rojos de origen mineral, y otros originados en vegetales y animales, se podría decir que en el cine –y en la vida, que suele ser su reflejo– están las pelirrojas orgánicas modelo la mencionada O'Hara, y minerales, tipo la francesa Isabelle Huppert o la exquisita inglesa Tilda Swinton.
En el dibujo animado y la historieta se pueden mencionar rápidamente un par de pelirrojas: Ariel, La Sirenita algo díscola de Disney, y Mary Jane, la actual novia de Spiderman. Las chicas digitales no se quedan atrás: Lara Croft, una dura curvilínea castaño rojiza y Fujisake Shiori, ídola virtual de simuladores de romance, de pelo herrumbrado.
Dentro de la serie de muñecas de cabello carmesí, merece una mención de honor la norteamericana Gene, inspirada en las rutilantes estrella de los 40 y 50. Y si se trata de rescatar a una heroína literaria, quedémonos con la adorable Anne, la de Tejas Verdes, de Lucy Montgomery, y sus secuelas.
Ruth Fischerman, diseñadora de vestuario de cine disfruta ahora de las gratificaciones que le procura su condición de pelirroja total. No siempre fue así, sin embargo: "Cuando era chica, el tema de la pelirrojez lo sufrí un poco porque me sentía distinta. Imagínate, altísima, de piel muy clara, flaca; Ya en la adolescencia, empecé a apreciar mi color. En realidad se volvió algo muy interesante: de rara pasé a ser exclusiva... Además, nací bajo el signo de Escorpio, lo que acentúa mi alma de pelirroja". Con el tiempo, la melena de Ruth viró al rubio con reflejos rojizos, pero su piel pecosa permanece translúcida "y me sigo poniendo colorada con facilidad, lo cual a los 34 puede ser muy incómodo", dice ella disculpándose por la redundancia.
"Nunca me puse a pensar sobre la importancia de las pelirrojas", se divierte el escritor Nicolás Casullo. "Tengo poca experiencia: conocí dos o tres, con mucha personalidad... Quizás, en mi caso el mito esté influido por la novelística policial de la colección Rastros, donde las pelirrojas eran siempre señal de peligro, podía ser muy duro pero también muy placentero provocarlas". Cuando los muchachos están discurriendo en torno de una mesa del bar y entra una pelirroja auténtica, "seguro que hay un comentario en dirección al mito: que son sexualmente fuertes, algo altaneras. Deseables y codiciables. Hay un misterio, un campo imprevisible alrededor de las pelirrojas. Son bravas, te digo", concluye el señor intelectual que sabía poco de chicas de pelos llameantes.
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